@IsraelQDigital

Se acerca la fecha esperada por miles de mexicanos y es que este próximo 5 de junio se llevarán a cabo 12 elecciones a gobernador, así como sus respectivos congresos estatales y adhiérale usted querida, querido lector, la elección al constituyente de la Ciudad de México, de la cual 40 puestos ya están designados por “dedazo” y los 60 restantes, serán por elección.

La triste realidad de este asunto electoral, es que el nivel de campañas fue flojo, bajo, pero sobre todo deprimente, pues las acusaciones de corrupción entre candidatos, los nexos con mafias y todo lo que implica la degeneración de la clase política, son alicientes que se harán notar en la participación de los electores en la urnas.

No es de resaltar ningún candidato en específico, muy por el contrario, todos fueron pobres en oferta electoral, pues las propuestas planteadas son carentes de apoyo a mejorar la realidad que viven miles de mexicanos, muy por el contrario, las campañas locales se dedicaron a hacer acusaciones a los participantes y si bien es cierto que esto ayuda a conocer la probidad de los candidatos, también es cierto que de todos no queda uno bueno para ocupar los puestos públicos en disputa.

Es notable la baja considerable que el Revolucionario Institucional ha tenido en sus adeptos y al mismo tiempo, la falta de apoyo a candidatos oficiales que el mismo partido ya no considera viables para sus aspiraciones en 2018. Para muestra tenemos a los candidatos de Veracruz y Quintana Roo, en los que los gobiernos del PRI encabezados por Duarte y Borge, respectivamente, no han causado más que dolores de cabeza a Beltrones, que es obvio, no encuentra como apoyarles y es considerable que el apoyo brindado, sea contraproducente para el PRI.

Tamaulipas es otro caso muy poco fiable, pero esto para todas las fuerzas políticas, ya que la compleja situación que embarga a este estado, radica en la ingobernabilidad del mismo y dicha situación que es causa del crimen organizado que fuera despertada por el gobierno de Calderón Hinojosa, también es muestra irrefutable de la falta de compromiso de los gobiernos con sus ciudadanos.

Hay que tomar en cuenta, que el 30% del padrón electoral es el que puede salir a votar este domingo 5 de junio y además, habríamos de agregar que es la última parada antes del 2018, el año en que se votará por un nuevo presidente de la República. Esto significa, que una tercera parte del electorado nacional, puede dar un muestreo de cómo se encuentran las fuerzas políticas alrededor del país, así como la potencial caída del partido en el poder, que a su vez puede reforzar o demeritar el trabajo de Peña Nieto al frente del ejecutivo federal.

No es para menos la preocupación que hay por estas elecciones, ya que también darán a notar la falsa fluidez de la centralización del voto, es decir, de la creación del INE, que no ha dejado pasar por inadvertida la ineficacia de las dos últimas reformas electorales y muy por el contrario, han demostrado ser una piedra en el zapato para la incipiente democracia mexicana.

Si todo lo anterior no fuese poco, hay que agregar el hecho de que la fiscalización de las campañas resulta ser ridícula, pues con los presupuestos oficiales se deja de lado la aportación privada a las campañas, esto beneficia a un pequeño número de candidatos y deja fuera una realidad económica, al mismo tiempo, aprueba y promueve la inversión de amplios capitales privados en los comicios electorales y la proliferación de empresas que se verán beneficiadas con contratos públicos o cuando menos, eso es lo que la historia reciente nos ha mostrado con casas blancas.

No sube el nivel del debate, mucho menos el de los candidatos y sus propuestas, sólo aumenta el presupuesto electoral, pero no da resultados satisfactorios en las administraciones públicas locales. Esto es una muestra fehaciente del fraude electoral y no sólo el que afecta a un candidato, sino que el verdadero fraude radica en verle la cara a los ciudadanos que invierten tiempo en asistir a las urnas, sin embargo, en este momento no hay de otra, hay que salir a votar, aunque sea por el menos peor.