Mexicanos, las víctimas eternas

 Andares Políticos
Benjamín Torres Uballe
@BTU15

Al promulgar la reforma energética en diciembre de 2013, el presidente Enrique Peña Nieto aseguró: “es tiempo de que los recursos energéticos del país sean un factor real de crecimiento que se sienta y se note en la vida cotidiana de nuestra población”. Tres años después, esto se consumó como un engaño. La mentada reforma no ha traído hasta hoy ningún beneficio significativo a la población. Por el contrario, un inmoral e injustificado ‘gasolinazo’ fue asestado.

El voraz apetito recaudatorio de la administración peñista para sostener un gasto gubernamental a todas luces excesivo e improductivo francamente no conoce límite. La mayor parte de ese despilfarro oficial se destina a cubrir el gasto corriente, a sostener una burocracia obesa e ineficiente. Pero sobre todo, a pagar los abusos de la clase política enquistada en el poder y los puestos públicos. Salarios, bonos, aguinaldos y prerrogativas de secretarios de Estado, ministros, directores y presidentes de organismos públicos (los señores del INE, por ejemplo), así como los
“ejemplares” diputados y senadores, son un pesado y oneroso lastre al que obligadamente los contribuyentes debemos mantener. De ahí el ‘gasolinazo’ y  el aumento a los precios de la luz.

De este modo, resulta indignante recordar lo que dijo el Ejecutivo federal en ocasión de la mencionada promulgación en materia energética: “marcarán un nuevo capítulo en la historia de México, un capítulo de cambios y transformaciones para bien de todos los mexicanos”. En particular, la energética, ha sido hasta hoy una modificación que no ha reflejado en la economía de las familias mexicanas los “supuestos” beneficios que tanto publicitaron las voces y los medios oficiales.

“Gracias a la reforma, aumentaremos la producción de petróleo y gas, y lograremos tasas de restitución de reservas probadas superiores al 100 por ciento. Pero lo más importante: la reforma permitirá que México crezca más rápido, generando oportunidades de desarrollo y empleo para cientos de miles de mexicanos”, prometió también en aquel entonces Peña Nieto.

La realidad es absolutamente distinta. Los precios de las gasolinas prácticamente han sido liberados. Las consecuencias negativas se reflejarán en el muy corto plazo. El aumento en los costos de muchos productos (incluidos los de la canasta básica), insumos para la industria y tarifas del transporte público resentirá necesariamente el incremento a dichos combustibles y a la energía eléctrica. El efecto irá directamente a los índices inflacionarios que perjudicarán a la ya de por sí atormentada economía nacional. Por donde se vea, no hay beneficio alguno. Todo lo contrario.

Y el desaseo con el cual fue instrumentado el referido “gasolinazo” es, además de torpe, sencillamente ofensivo. La escasez que antecedió, en no pocas regiones, al aumento de los combustibles exacerbó el repudio que un amplio sector de la sociedad siente por el gobierno priista. A la molestia de millones de mexicanos por la falta de seguridad, de empleos bien remunerados, de probidad en los funcionarios y del uso eficiente de los recursos públicos hay que
agregar ahora la descarada imposición de los nuevos costos de la Magna y la Premium, el alza a la luz y la liberación del precio al gas LP.

No cabe duda, la historia se repite inexorablemente. Los paganos de los malos gobiernos somos los mexicanos. Somos las víctimas eternas del saqueo, de las frivolidades, corruptelas y negligencias de una “casta” que se adueñó del país desde hace mucho tiempo sin pudor alguno.

Todas las justificaciones que afanosa y desesperadamente intentan recetarnos los responsables del artero “gasolinazo” son en vano. El PRI cometió uno de sus yerros más abismales y habrá de enfrentar el alto costo en las elecciones de este año y en la presidenciales de 2018.

Se ha enredado de tal forma en sus pésimas decisiones de gobierno el mandatario mexicano y su equipo cercano que abrió de par en par las puertas para que se dé en Los Pinos la alternancia. El cúmulo de escándalos, errores, corrupción, despilfarro, violencia e impericia política en el “gabinetazo” han contribuido decididamente a construir el escenario propicio para que el eterno suspirante a la silla presidencial, Andrés Manuel López Obrador, pueda hacer realidad su deseo.

Falta ver qué otras desastrosas “ocurrencias” tienen en mente los brillantes estrategas del gobierno federal para perjudicar a los mexicanos que están ya en el borde del hartazgo, cortesía del nuevo PRI y sus ejemplares “nuevos políticos”: Javier Duarte, César Duarte y Roberto Borge, entre otros indefendibles ex gobernadores, pero también por hechos como el de la Casa Blanca.

Por lo pronto, y pese a las exigencias de algunos protestantes, para que renuncie el presidente Enrique Peña Nieto: gasolinazo dado ni quién lo quite. El publicitado aumento de siete pesos al salario mínimo se esfumó el mismo día que entró en vigencia. Así que este columnista deberá conformarse con viajar asiduamente en el Metro, no hay para otra opción. Es una de las víctimas.

 

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