Brújula Pública

Rodolfo Aceves Jiménez
@racevesj

A propósito del desmedido aumento al costo de las gasolinas a partir del 1 de enero de este nuevo año, el Gobierno Federal ha presentado a la opinión pública, algunos argumentos que se insertan en el absurdo, por lo inverosímil en la lógica y en lo precipitado, por los tiempos políticos.

El primer argumento señala que en Noruega, la gasolina es más cara que en México; después, que el aumento en el costo de las gasolinas se encontraba en el precio internacional del petróleo, y posteriormente, en la cotización del dólar. El siguiente argumento fue, que no es posible que las gasolinas fueran subsidiadas para siempre. Después se sumaron juicios de valor y sin sustento, que solo han traído consigo el descontento y enojo público.

La ciudadanía volcó en descontento y enojo en redes sociales, reprochando el tuit del presidente Enrique Peña Nieto, fechado el 4 de enero de 2015, en el que afirma que, “gracias a la reforma hacendaria, por primera vez en cinco años, ya no habrá incrementos mensuales a los precios de la gasolina, diésel y gas L.P.”, cuyos dichos lo hicieron quedar como mentiroso, lo que se convirtió en el control de daños del Gobierno Federal.

El mensaje gubernamental no ha reconocido que los Poderes de la Unión y los órdenes de gobierno, no son eficientes en el ejercicio del gasto público, con sueldos de primer mundo con resultados de tercer mundo, con bonos injustos y demás gastos suntuosos, cuyo discurso se minimiza a una intención recaudatoria y reduciendo a irracional e insensible su narrativa.

Por último, el más absurdo de los argumentos, es que no aumentará el costo de bienes y servicios, cuando es imposible que, en el cálculo de costos no se incorpore el costo de la gasolina, -como costo fijo o variable o como costo directo o indirecto-, para integrarlo al costo final de un bien o servicio; de otra manera, que Pemex, SHCP, Semarnat o el PRI, diga quién lo asumirá, sino, se convertirá en un déficit que alguien tiene que pagar.