Imaginación, poder y lectura

Gabriel Páramo
@lavacadiablo
 
El domingo, en un pueblo del centro del estado de Morelos, una niñita de nueve años se me acercó mientras yo leía. Se paró junto a mí, en silencio, hasta que de repente, me preguntó:

–¿A poco está leyendo?

Le respondí que sí, que eso hacía. Entonces, ella me empezó a platicar.

–A mí también me gusta leer, harto me gusta. Yo leo, por ejemplo: “Entonces la niña fue a la tienda” y empiezo a pensar cómo la niña llegó caminando a comprar, lo que pidió, lo que le dijeron… siempre que leo, lo imagino todo.

Paco Ignacio Taibo, persona admirable y que sabe de lo que habla, asegura que la lectura, de cualquier cosa, es profundamente liberadora, revolucionaria, porque permite vivir una realidad alejada de la explotación, de las condiciones injustas, del sufrimiento.

Para esta pequeña morelense, que no es la niña más cuidada del mundo (sus tías consideraron que era buena idea rociarle media botella de insecticida aerosol en la cabeza para matar a los piojos  y la regañaron cuando vomitó y dijo que se sentía mareada), leer, aunque sea literatura de esa que los intelectuales suelen descalificar, la libera de su vida diaria, le permite imaginar que algo puede ser mejor.

“La imaginación al poder”, como decían los revolucionarios franceses del 68, apoyados en los surrealistas y en Marcuse, Breton, Marx, Freud y tantos otros; la imaginación que permite pensar en otros mundos, la imaginación que nos hace darnos cuenta de que lo que vivimos, lo que nos imponen, no es normal.

¿Qué importa que la niñita morelense esté leyendo, a sus nueve años, un catálogo sobre ángeles? No importa, porque eso le está permitiendo ejercer su libertad. Ahora, solo es cuestión de que siga leyendo.

 

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