REFLEXIONES
 
Gabriel Páramo
@lavacadiablo

Veo 20 minutos de La familia Peluche y María de todos los ángeles, programas de la barra de entretenimiento familiar de Canal 2, el canal insignia de Televisa. Es algo totalmente fortuito, llego a una fonda para una comida tardía y tienen la televisión encendida.

En esos 20 minutos escucho, entre risas grabadas y música falsamente divertida, afirmaciones misóginas (“es vieja, claro que maneja mal”); clasistas (“no, hijo, tú no eres de esos”); racistas (“¿tribus? No eres indio”); homófobas (“hijo, no eres alternativo, siempre has sido normal”); antinormalistas (“tus maestros toman tu cancha”); contrarias a la inteligencia y de rechazo al estudio (“nada de ir a la universidad, vas a ser nuestra mandadera”, “¿no que eres tan lista?).

Dice un conocido, maestro universitario y supuestamente, gente pensante: “A ver, trata de hacer humor políticamente correcto”. Disiento completamente de esta afirmación; de hecho, si solo se puede hacer humor ofensivo, entonces mejor sería no hacer humor. Sin embargo, ni siquiera es esta la discusión. El problema está en que el discurso de las televisoras es lesivo para la sociedad.

Algunos defienden esta situación afirmando que, a fin de cuentas, se trata de un problema de libertad de expresión. Quienes afirman esto olvidan que los canales de televisión están concesionados, el espacio radioeléctrico pertenece a la sociedad y debería servir para educar y construir una mejor sociedad.