REFLEXIONES
 
Gabriel Páramo
@lavacadiablo

Una vez más somos testigos de una tragedia anunciada. El mercado de pirotecnia de San Pablito, en Tultepec, Estado de México, se incendió. Han muerto casi 40 personas y hay decenas de heridos. Hace unos pocos días, el gobierno del Estado de México declaró que ese tianguis era absolutamente seguro y, en una declaración que puede recordar a la de los constructores del Titanic (y su barco insumergible) o a la del primer ministro británico Chamberlain (cuando aseguraba que traía la paz), certificaban que era poco menos que imposible que se diera una catástrofe.

La realidad, y seguramente la corrupción, la imprudencia y la necedad, demostraron que estaban equivocados. Así también, estaba equivocado el gobierno de Eruviel Ávila y el mercado de San Pablito es ahora un montón de cenizas. Afortunadamente, no hay forma de ocultarlo.

La proliferación de celulares “inteligentes” y las redes sociales han mostrado la película de la conflagración de una manera que no puede ocultarse ni minimizarse, como ha ocurrido con otras catástrofes, desde el terremoto del 85, las explosiones del drenaje en Guadalajara o tantas otras.

¿Cuál es la necesidad de un mercado gigantesco de explosivos? Ninguna, salvo la presión de comerciantes, fabricantes e importadores que siguen obteniendo ganancias con una actividad que, pese a las regulaciones y prohibiciones, se sigue realizando para la dudosa diversión de infinidad de personas que queman cohetes nacionales y chinos para molestia de todas las demás personas y sus animales.

Seguramente, en los días venideros se irán descubriendo, y encubriendo, pequeños y grandes actos de corrupción e impericia en todos los involucrados. También, y aprovechando que es tiempo de predicciones, seguramente la culpa terminará recayendo sobre los comerciantes del mercado, a quienes se acusará de no haber seguido las normas de seguridad, mientras que los proverbiales verdaderos culpables, seguirán obteniendo ganancias.