La tortura en México

Rodolfo Aceves Jiménez
@racevesj
 
Uno de los últimos temas que abordará la Cámara de Diputados, al concluir el Primer Periodo Ordinario de Sesiones lo constituye, la tortura, como un método casi institucionalizado en la seguridad pública. Naciones Unidas publicó en marzo del año pasado, el informe sobre tortura, en el que arroja que “La tortura y los malos tratos durante los momentos que siguen a la detención y antes de la puesta a disposición de la justicia, son generalizados en México y ocurren en un contexto de impunidad”, así lo dijo Juan E. Méndez, relator especial de la organización.

En su momento, cuando el expresidente de Uruguay, José Mujica, así como el Papa Francisco hicieron declaraciones sobre el estado de inseguridad de nuestro país, la Secretaría de Relaciones Exteriores actuó con audacia y valentía política ante sus dichos, para reclamarles con toda energía y la debida representación, las críticas señaladas por esos actores políticos; en contraste, cuando en los Estados Unidos han asesinado a mexicanos, la misma Cancillería ha procedido con tibias notas diplomáticas que sólo demuestran la pobreza y mediocridad de la política exterior.

Lo cierto es que la tortura es un método cuyas políticas públicas no han sido suficientes, y ahora, organizaciones civiles piden remover al procurador General de la República, por su falta de garantías y credibilidad para solucionar este y otros problemas de derechos humanos que afronta la dependencia.

Pero los ciudadanos padecemos también la tortura política, cuando Estados en que gobernaban ocho exgobernadores procesados y con sospecha de corrupción, suman casi 200 mil millones de deuda pública.

Pasan a la historia como un gobernante sin protección y en espera de que su Partido les mande un salvavidas para su triste subsistencia política.

 

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