A los riesgos de salir a la calle en esta ciudad de México y otras del país, -accidentes, asaltos-, los
ciudadanos comunes corremos el riesgo de toparnos con golpeadores a sueldo, convoyes de
hombres armados que abren paso a sus patrones cual caravana real de la Edad Media.

Estos incidentes no son nuevos, al igual que la inacción de las autoridades, que no proceden ni
tienen control  o registro de estos grupos de pistoleros privados.

La policía preventiva no los molesta, a pesar de que utilizan vehículos con vidrios polarizados, luces
de estrobo de colores -azul y rojo-, que por reglamento están prohibidas para los particulares y
muchos utilizan autos y camionetas, similares a las oficiales, sin cromática alguna.

Hay de aquél que accidentalmente se atraviese o maniobre ‘sospechosamente’ contra estas
caravanas de gandallas porque se puede llevar cuando menos un buen susto, sino es que una brutal
golpiza.

Es cierto que el trabajo de estos tipos conlleva un grado extremo de estrés, pues consiste en
salvaguardar la vida e integridad de su patrón ante el acecho de secuestradores, asaltantes,
enemigos y cualquiera que pretenda hacer pasar un mal rato a su empleador.

También es verdad que todo mundo tiene derecho a resguardar su integridad y quien tiene el poder
para contratar gente que lo proteja no incurre en una irregularidad.

Lo que no debe permitirse es el uso pandilleril y el atropello a los ciudadanos que no andan con su
propia banda armada para cuidarlos.

Estos sujetos no distinguen entre un simple incidente y una situación real de riesgo. Los casos son
muchos, pero la diferencia es que ahora, no falta algún testigo que grabe el proceder de estos tipos,
que están ‘programados’ para responder sin contemplaciones.

El caso más reciente es el del llamado #LordRollsRoyce en Toluca, un sujeto protegido por al menos
ocho escoltas que a la orden de su jefe, ‘se madrearon’ (sic) a un policía federal en su día libre, cuya
hija al volante hizo una maniobra que molesto al dueño del costoso vehículo.

En el mes de marzo, conocimos el caso de #LordFerrari, cuyo escolta somete, golpea y roba, a un
conductor que minutos antes, osó acercarse demasiado al carrazo que resultó ser de Alberto Sentíes,
un sujeto investigado por fraude. El guarura murió de causas “naturales”, días después.

Otros incidentes ha protagonizado el “City manager” de la delegación Miguel Hidalgo, Arne Aus Den
Ruthen Hag, por grabar las tropelías de los “guarros”, como son conocidos popularmente, además de
una reciente pelea entre valets parking y guaruras del corredor Roma-Condesa, entre otros tantos
atropellos diarios que desafortunadamente no han quedado grabados.

El común denominador es que en todos estos casos de guaruras agresivos, es que los patrones de
estos resultan ser sujetos de dudoso prestigio. Presuntos malandrines comandando a sujetos
armados.

¿Qué espera la autoridad para controlar a estos grupos armados que atemorizan a la ciudadanía?

¿Cuándo habrá reglas claras y un padrón de estos guardianes privados que, en muchos casos, no se
sabe quiénes son, de dónde salen y que antecedentes y perfil  psicológico tienen?

En teoría, los escoltas deben ser policías privados perfectamente evaluados y certificados por la
autoridad, asignados por contrato a quienes puedan pagarlos con la única misión de resguardar su
seguridad y no de actuar como su banda particular contra quien se le pegue la gana a quien paga por
sus servicios.

El charolazo, los guaruras y el agandalle, deberán ser cosa del pasado y sin embargo, estas
lamentables prácticas están más vigentes que nunca.

La denuncia ciudadana es el único antídoto que tiene la sociedad pues las autoridades parecen
decididas a no hacer nada si no hay un video de por medio en redes sociales.