Jorge Luis Urzúa Flores
@j_urzua

En estos días de honrar a nuestros seres queridos que han dejado este mundo, hay que reflexionar sobre lo que dejaremos, cada quien en lo personal, tras nuestro paso por esta vida.

Los buenos recuerdos son, principalmente lo que podemos dejar a los demás, más allá de lo material, que acaba siendo motivo de disputa entre las familias, sobre todo de aquellos que lograron acumular riqueza. Por ese aspecto ¡ni me preocupo!

A la muerte hay que tenerla presente en todo momento, como un -muy vivo- recordatorio de la obligación que tenemos de gozar nuestra existencia y en estos días el tema cobra mayor relevancia por tradición.

A mucha gente no le importa el “qué dirán”. Es cierto, no puede uno pasarse la vida tratando de agradar a todos, “nadie es monedita de oro” y al fin y al cabo, a todo persona le destacan sus “cualidades” en su respectivo funeral, aunque sea por cortesía hacia los deudos.

Sin embargo, estoy cierto que a todos nos gustaría ser recordados, -al menos con agrado- y dejar una huella positiva en la vida de quienes nos conocieron. Trascender en nuestro pequeño entorno de manera positiva.

Mientras no se tenga la certeza del “más allá”, el paraíso, el purgatorio o la reencarnación, hay que impactar de la mejor manera posible en esta oportunidad concreta.

A usted ¿Cómo le gustaría ser recordado?

Permítame hablarle en primera persona…

“Hice lo mejor que pude”. Ése deseo que sea mi epitafio en el sitio en el que reposen mis restos o en la memoria de mis seres queridos y conocidos.

Ese sería el resumen de mi vida, la que he tratado siempre de vivir intensamente y en la que he puesto toda mi voluntad y pasión en cada momento.

Por supuesto que esto no siempre fue suficiente porque hay cosas que no están en nuestras manos o simplemente no tenemos las cualidades para todo.

La vida nos enseña el camino, -pero aún cuando quedemos cortos a pesar de nuestros afanes-, nunca debemos quedarnos con las ganas de tratar de alcanzar cualquier objetivo, con todas las fuerzas de nuestro ser.

Lo que al final del día nos debe frustrar es no haber siquiera fracasado en el intento de alcanzar nuestros sueños, anhelos y metas, aún los que pudieran parecer inalcanzables y quizá terminen siéndolo.

La satisfacción siempre quedará en el haber luchado, además de que esta actitud conlleva una altísima probabilidad de éxito.

En la relación interpersonal es inevitable haber incurrido en ofensas, errores, ausencias u omisiones hacia nuestros padres, hermanos, amigos o pareja, pero lo importante habrá sido estar la mayor parte de las veces que se nos necesitó, perdonar a quien nos ofendió y reconocer aquel acto o palabra que pudo haber herido -con o sin intención-. Perdonar y perdonarse por ello.

Y aunque esta reflexión parece un mensaje póstumo, en realidad es una celebración de vida, una certeza de que mientras “estemos aquí”, todo se puede intentar y todo se puede solucionar.

Por eso además de un epitafio, la frase “hice lo mejor que pude”, debe ser una filosofía de vida y un precepto que seguiré aplicando hasta que se convierta en una frase tallada sobre el mármol en mi sepultura.

Recordemos a nuestros seres queridos que ya se fueron, gocemos a los que aún están en este mundo y celebremos la oportunidad que nos brinda el cada día.