Un mayor impuesto al refresco, sólo una pequeña medida contra la obesidad

México (Xinhua) – Un aumento del impuesto especial al refresco en México, como propone un grupo de senadores, ayudaría a atacar el sobrepeso y la obesidad pero no debe mirarse como una solución aislada ni de corto plazo, consideraron expertos.

El profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Felipe Vadillo explicó que el exceso de peso, que afecta a más de 60 millones de mexicanos, es un problema grave y complejo causado por múltiples factores, no solo por las bebidas azucaradas.

“Poner más impuesto a los refrescos me parece muy bien, pero que no se crea que es la medida que va a solucionar el problema”, opinó.

“No hemos acabado de entender cómo este problema se transformó en el número uno de salud pública”, advirtió Vadillo, también responsable de la Unidad de Vinculación de la UNAM en el Instituto Nacional de Medicina Genómica.

Cuatro senadores de la oposición propusieron el 13 de julio subir de 1 a 2 pesos (0,10 dólares estadounidenses) por litro el gravamen especial aplicado desde 2014 a las bebidas endulzadas para bajar su demanda en México, donde la tasa de consumo ronda los 163 litros anuales por persona.

La eficacia del impuesto especial ha causado polémica desde su entrada porque el Gobierno y sus defensores coinciden en que el consumo cayó un 6 por ciento en su primer año, mientras que la industria dice que es una mera acción recaudatoria y que la población no ha dejado de beber refrescos.

El investigador del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición (INCMN) Abelardo Avila remarcó que no tiene duda de que duplicar el gravamen bajaría la demanda y se reduciría el alto consumo de azúcar añadido, que propicia el sobrepeso y la obesidad.

Aclaró que, no obstante, el incremento tiene que acompañarse de más medidas regulatorias en publicidad y mercadotecnia que frenen las maniobras de las refresqueras para compensar el mayor costo de sus productos.

“La población consume refresco no por un vicio, como el tabaco, sino porque no ha sido informada suficientemente de las consecuencias negativas. La publicidad dice que trae felicidad”, señaló Avila, quien habló a título personal y no a nombre del instituto dependiente de la Secretaría (ministerio) de Salud.

Abundó que el impuesto enviaría una clara señal a la población de que las bebidas endulzadas son perjudiciales para la salud, al tiempo que se recaudarían más recursos para acciones preventivas y de atención a quienes padecen exceso de peso.

Por su parte, el presidente fundador de la Academia Mexicana para el Estudio de la Obesidad (AMEO), Raúl Morín, coincidió que un mayor gravamen sería una medida efectiva pero sus beneficios no son a corto plazo.

“En el caso del tabaco primero se negó su daño, luego se aceptó y hasta después se pusieron leyendas de advertencia. Ya con conocimiento de causa uno toma la decisión”, ejemplificó Morín en entrevista.

Los tres expertos coincidieron en que duplicar el impuesto especial es solo una de las acciones que tienen que revisarse dentro de la estrategia de prevención, atención y regulación emprendida por el Gobierno federal desde 2013 contra el problema, que en México afecta tanto a los habitantes de las ciudades como los del campo.

El 34.4 por ciento de los niños mexicanos, el 35 por ciento de los adolescentes, y el 71 por ciento de los adultos tienen sobrepeso u obesidad, por lo que están expuestos o ya sufren diabetes o enfermedades cardiovasculares, según los datos oficiales.

Avila, el investigador del INCMN, expuso que son urgentes mayores estímulos a la producción y abasto de granos, verduras y frutas para que la población regrese a la dieta saludable que antes imperaba en el país, ahora el mayor consumidor de alimentos procesados de América Latina.

El Gobierno federal también debe robustecer el sistema de inteligencia epidemiológica para seguir en tiempo real la nutrición de los niños en la escuela y actuar en lugares donde se identifiquen patrones de obesidad, consideró Avila.

“Los hábitos se están adquiriendo vía la publicidad de los productos en lugar de que sea vía la experiencia de alimentación en las edades tempranas, que es como se establece una cultura alimentaria”, advirtió el investigador.

Vadillo, de la Facultad de Medicina de la UNAM, sostuvo que es necesario un diagnóstico a fondo de las distintas causas de la obesidad, pero un primer paso es redoblar esfuerzos para que la alimentación sea sana en la etapa del embarazo y los primeros cinco años de vida, cuando los niños condicionan su paladar y su dieta.

“Les damos leche de fórmula y empiezan desde etapas muy tempranas a alimentarse con bebidas dulces. Es un factor porque les estamos enseñando a los niños a tomar cosas dulces”, expuso el académico de la UNAM.

Por su parte, Morín, el presidente fundador de la AMEO, enfatizó que el etiquetado de los alimentos procesados debe ser claro en cuanto a su contenido calórico para advertir a la población si su consumo no es recomendable, pues el actual carece de información oportuna.

“Decimos a la gente que coma bien pero le vendemos lo que no está bien balanceado y le decimos que haga ejercicio cuando no le damos opciones de dónde hacerlo”, criticó Morín.

 

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