Por Israel Quiñones
@IsraelQDigital

En definitiva, el poder del silencio se puede ver ejemplificado en la salida del GIEI de nuestro país. Es notable que el gobierno mexicano se sintió incomodo con la presencia de los expertos enviados por la CIDH a investigar el caso Ayotzinapa y que a su vez, desmintieron por completo la llamada versión histórica planteada por Murillo Karam con base en aspectos científicos.

La situación es que México queda marcado como una nación que esconde la realidad violenta que lo envuelve, es decir, no queda limpio de culpabilidad, mucho menos de la responsabilidad que significa la desaparición forzada que va más allá de los 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa, sino que estos jóvenes son la gota que derramó el vaso de la impunidad.

¿A quién trata de encubrir realmente el gobierno? ¿Porqué negar contundentemente la participación de las fuerzas federales en los actos de la noche del 26 y madrugada del 27 de septiembre de 2014 en Iguala? Estas preguntas podrán parecer repetitivas, sin embargo, a casi 2 años de los fatales acontecimientos, no han sido respondidas con claridad, ni coherencia.

La realidad ha superado la ficción, pero a su vez, la misma se ha convertido en una pesadilla muy cruel para los familiares de los 43 desaparecidos. Estos seres humanos que de manera incansable siguen buscando a sus hijos, hermanos, sobrinos. Sin duda alguna, han dado ejemplo a una sociedad que en otro momento se vio invadida por el miedo a levantar la voz, pero que hoy, esa voz no ha podido ser apagada.

Hasta el día de hoy, la investigación del caso Ayotzinapa permanece inconclusa y la verdad es, que con la salida del GIEI de nuestro país, la verdad parece mucho más lejana, pues con toda la polarización que envuelve a las investigaciones realizadas por la PGR y ahora, la tortura denunciada por los mismo implicados, la situación no pinta nada bien para el principal investigador federal del caso: Tomás Zerón.

Las agencias internacionales de noticias, marcan al estado mexicano, como una entidad falta de tacto hacía con sus ciudadanos, al no mostrar interés en la solución de un asunto que ha marcado al gobierno federal en turno como un régimen autoritario y con tintes dictatoriales.

Lo más preocupante de esto, es que la imagen que da al exterior el presidente Peña, es la de un total desinterés por encontrar a los responsables de la noche de Iguala. Al mismo tiempo, los más cercanos implicados políticos de la noche de Iguala, se pasean campantes, tal es el caso del exgobernador de Guerrero Ángel Aguirre, de quien hoy en día nadie recuerda y algunos quieren que así sea.

Estamos ante unos de los casos más significativos de la historia de México, ya que de buena o mala manera, la noche de Iguala nos recuerda de todo lo que son capaces de hacer los políticos mexicanos con tal de permanecer impunes en sus cúpulas de poder y al mismo tiempo, la complicidad intrínseca que existe en las mismas.

Este caso, es sólo una muestra de la violencia que embarga a nuestro país, ya que la cantidad de casos en los que la injusticia marca el paso, es mucho mayor. Estamos en un momentos clave de la historia, pero al mismo tiempo, no podemos dejar pasar el hecho de que la tortura se ha convertido en la principal prueba usada por las entidades policiacas de México, así como la base de toda investigación.

Hay asuntos urgentes, pero Ayotzinapa ha pasado de urgente a indeseable por el gobierno, tanto así, que las campañas negras en contra de la CIDH y hasta en contra de la ONU, se intensificaron hasta que se dio lo que el próximo 30 de abril se dará: La salida del GIEI.

Es impensable que en estos momentos se llegue a una solución satisfactoria del caso Ayotzinapa. Es impensable que la PGR tenga algo de credibilidad en este asunto. Es impensable que el gobierno recupere algún indicio de popularidad, pero sobre todo y lo más triste, es que se ha vuelto impensable recuperar a los miles de desaparecidos que hay en este país.